Autora: Ana Karen G. Barajas.

Currículum académico: Licenciada en Diseño Gráfico y egresada de la Maestría en Artes en la rama de investigación por la Universidad de Guanajuato, desarrollando la investigación Análisis de la obra de artistas outsider en el estado de Guanajuato.

Resumen: El artículo “Arte carcelario: historias de sincronías”, relata a la experiencia de entrar en un centro penitenciario en México, además de explorar diferentes ejemplos y simbolismos constantes en las cárceles mexicanas y las diversas influencias que existen en las de las manifestaciones creativas dentro del centro penitenciario, centrándose en la figura del “El Cheque”, quien está diagnosticado con esquizofrenia y dedica sus ratos libres a crear.

Palabras clave: Arte Outsider, Arte Carcelario, Enfermedad Mental.

Abstract: The article «Prison Art: Stories of Synchronies», relates to the author’s experience of entering in a penitentiary center in Mexico, as well as exploring different examples and constant symbolisms in Mexican prisons and the diverse influences that exist in the creative manifestations at the prison. This article focuses on the figure of “El Cheque”,  an inmate who is diagnosed with schizophrenia and devotes his free time to express himself by creating art.

Keyword: Outsider Art, Prison Art, Mental Illness.

Texto:

“Me gusta depender un poco del azar: la exactitud numérica de las estaciones de ferrocarril, la precisión de los barcos de vapor que llegan a la hora y el día exactos no agradan a un poeta, ni a un pintor, ni incluso a un simple arqueólogo o coleccionista como soy yo.”

Gerard De Nerval.

La sincronicidad, tiene una constante importancia dentro de las historias que existen alrededor de descubrimientos de artistas brut. Esto es lo que Carl Jung llamaba: la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de manera acausal; es decir, las casualidades no existen, todo es parte de una misma sincronía. Esta simultaneidad significativa[1], como también la llamaría Schopenhäuer, es protagonista en esta historia.

Así como ha sucedido en otro casos que he estudiado, me ocurren etapas en que las historias llegan rodeadas de acontecimientos que tienden a aparecer a modo de cadena de sucesos, justo cuando más sensible estoy a la sincronicidad. En esta ocasión, la serie de sucesos, se han originado uniendo individuos románticos de la locura y de la vida: una mujer llevando a cabo un taller de teatro dentro de un centro penitenciario, un recluso amante de la lectura y del yoga, y un diario que va a parar a una tallerista de teatro. Por cuestiones del destino conozco a esta tallerista, quien me platica su experiencia vivida en una prisión y me cuenta sobre un diario perteneciente a uno de los internos, Guadalupe; despertando una gran curiosidad en mí por leer sus anécdotas y sobre todo, por conocer un dibujante apodado El Cheque, descrito dentro del texto.

Llega el día en que puedo realizar una copia del diario y me quedo inmersa en las letras, en las descripciones, en la vulnerabilidad al desnudo que provoca el encerramiento. A consecuencia de ello, decido ir a al centro penitenciario y conocer a estos personajes. Llego a la cárcel, con todas las indicaciones que me exigen: evitar vestir ropa color caqui y negra, y contar con identificación oficial. Después de pasar por un par de filtros de identificación. me sorprende encontrarme con otra sincronía: la persona con la que estuve intercambiando correos electrónicos durante esas semanas para poder entrar en la cárcel era Ceci, una mujer que había conocido anteriormente y que había visto solo una vez, sin saber que trabajaba en el Centro Penitenciario, la eterna expectativa de volver vernos algún día llegó a través de esta historia.

Luego me presentan a todos los reclusos con intereses artísticos, aunque ninguno de ellos parece ser el hombre que dibuja, El Cheque. Los internos me ven extraña, una figura posiblemente narcisista se refiere a mi diciendo “se ve que ella nos tiene miedo”. Tampoco Guadalupe parece estar ahí, el autor del diario. Ceci y yo vamos a buscarlo a los talleres de manualidades y artesanías, le sorprende que lo vayan a buscar. Regresamos al salón que nos otorgan y platico con ellos mientras poco a poco, desconfiados, empiezan a presentarse y a platicar sobe sus técnicas predilectas, algunos van por trabajos a sus celdas mientras otros me enseñan sus dibujos y pinturas. Empiezan a mostrarse menos tímidos, bromean y me enseñan más obras, algunas más personales, trabajos que varían desde lo artesanal hasta obras que evocan los paños chicanos[2] de las cárceles en California.

Pañuelo Chicano de La Pop Gallerie.

Tras platicar sobre sus estilos corroboro que el joven que realiza arte chicano estuvo anteriormente en una cárcel en Estados Unidos donde le enseñaron a dibujar este estilo, el cual es característico de los mexicanos e hijos de mexicanos que emigraron a Estados Unidos. Me muestra figuras femeninas representadas y disfrazadas de “payasitas”. Dentro del mismo estilo, presenta algunos dibujos con demonios, figuras barrocas e intensas, me platica qué es de lo que ve “en sus viajes”, desde el momento en que comenzó a ver demonios.  Este personaje firma con una brujita en una escoba, dice firmar así por que a las siete de la noche se aparece una bruja entre los pasillos del centro penitenciario. Varios hombres que se encuentran sentados en la mesa asienten con la cabeza afirmando el fenómeno paranormal que parecen vivir día a día. Dicen que a veces también ven a una niña. Me enseña unas playeras que realiza en aerografía, que eran para Claudia, una amiga que tuvo un accidente automovilístico que le impidió llegar a visitarlo. Me vende la playera y me da el contacto de su hermana puesto que ella es quien distribuye sus trabajos en aerografía “afuera”. Decido no contactarla porque más tarde me advierten que su hermana es novia de un sicario que está dentro del mismo centro penitenciario.

Camiseta realizada por el interno de la prisión.

Dentro del grupo de artistas existe otro que realiza retratos en óleo tratando de alcanzar un estilo hiperrealista en sus pinturas, casi todas son de sus familiares, principalmente de su hija. Las pinturas son copiadas de fotografías que le llevan en sus visitas. Asimismo muestra otra vertiente de su trabajo creativo que habla al igual que el otro interno, de “sus viajes”, y de grupos musicales de rap y hip hop que le gustan. Estos trabajos parecen ser más personales, y tanto él como el otro interno tienen en común que esta forma de trabajo no la venden.

Otros reclusos me enseñan trabajos artesanales, algunos no tienen nada para mostrarme pero me describen lo que han realizado. Acordamos vernos la siguiente semana para que me muestren sus trabajos. Guadalupe trabaja artesanía en madera, al igual que otros internos, la mayoría con motivos religiosos, también le gusta escribir canciones, hacer yoga y escribir en su diario: “Es un viernes del mes de abril del año 2013 son las 21:00 horas, quizás a alguien le gustaría leer esto en este momento aquí en la cárcel …”(S.I.C.)

En este caso, a la tallerista Lucy y a mi, nos dio gusto leer su diario. Posteriormente, tuve oportunidad de platicar con Guadalupe del contenido de su diario y sobre El Cheque, especialmente sobre sus dibujos. La mayoría de los internos y policías a quienes les pregunto sobre la obra de El Cheque, se sorprenden porque no creen que pueda ser posible lo que asevero sobre su gusto por dibujar, ya que él “es diferente”, “está mal” y “tiene otros modos”, los policías me dicen que nunca se han percatado de esas actividades, sólo uno de ellos me cuenta que a veces se dispone a realizar figuras en piedra y a hacer montoncitos con ellas.

Dibujo relativo al asesinato, por Ezequiel Hernández, El Cheque.

Acabando mi sesión con los internos de dotes artísticas, Guadalupe me lleva a conocer al Cheque que se encuentra en unas escaleras con su uniforme color caqui, parece tímido y temeroso y no parece percatarse de nuestra presencia, ni tampoco de lo que pasa a su alrededor, dicen que casi no habla. Ezequiel,  El Cheque,  El Vale, o El Cincuentita, como le llaman porque todo lo vende en cincuenta centavos, no es más que un hombre delgado, acusado de asesinar a un familiar, a un primo, “porque Dios no quiere diablos negros”, como apunta en uno de sus dibujos. Guadalupe se ha dedicado a describir en su diario, su entorno y su día a día, además de una serie de particularidades en los comportamientos de ciertas “personas especiales”, entre ellos está El cheque:

“Él es una persona como de 50 y tantos años, 1,68 de estatura aproximadamente, complexión delgada, pelo rizado y sin arreglar, generalmente con barba, nariz aguileña, ojos cafés, frente amplia y arrugada. Trae varios tatuajes en el cuerpo de muy mala calidad, le sobresale un alacrán en el cuello y algunos pájaros en los brazos, bien esta es más o menos su mera filiación y que es especial, pues es de mente que podríamos llamarle loco o alienado que es menos despectivo, pero tiene razonamientos que me hacen pensar que los locos somos los demás.”(S.I.C.)

Parece que El Cheque realiza las actividades dentro de la cárcel con un comportamiento tan repetitivo como sus dibujos; distribuye agua potable a todos pisos y tira la basura. Por otro lado, todo lo vende a cincuenta centavos, o en “cincuentita”, como lo apodan también. Guadalupe describe que: “no importa si tira la basura cinco veces, si ya le diste una vez y le quieres volver a dar no lo aceptará, si le das un peso, dos o cinco, él puede caminar por todo el CERESO,[3] pidiéndole a todo el mundo que le cambien la moneda y regresa a darte el cambio.”(S.I.C).

En esa misma escalera tanto Guadalupe como yo intentamos hablar con él. Ese día me fui de la cárcel con sentimientos de diversos matices; prometiendo regresar a la siguiente semana para ver sus trabajos y para ver si Guadalupe me podía prestar algunos de los dibujos que tenía de El Cheque.

Retrato en pirograbado de uno de los reclusos.

Regresé a la cárcel, pero no me permitieron verlos en el área de educación debido a que era tarde, solo me dejaron pasar y verlos a través de una pequeña ventana con barrotes que daba al patio de cada sección. Llegamos a la primera de las secciones, y el guardia llamó a los custodios que habían participado en la junta anterior. El hombre con tintes narcisistas, me dio una obra en pirograbado de una mujer. Insistió en regalarme su trabajo “para que promocionara su trabajo afuera”. No había entendido que era un retrato mío idealizado, hasta que el policía que me acompañaba a cada sección me dijo “¿le gustó su retrato?”, hacía alusión al talento del hombre ya que había hecho el retrato “con verme tan sólo una vez”.

Escultura en madera de San Juditas realizado por otro recluso.

Los otros internos no pudieron hacerme trabajos por falta de tiempo, e incluso algunos creyeron que no regresaría. Más tarde, fui a buscar a Guadalupe a su sección, al esperar a que lo llamaran, un hombre me pidió que le comprara un San Juditas a través de los barrotes del patio. San Judas Tadeo es conocido como el santo de los casos perdidos, el personaje que adorna algunos dormitorios de las cárceles y que es conocido en las plegarias de las personas que tienen familiares en la cárcel o que están cumpliendo una sentencia. El escultor me dijo que en ocasiones realizaba “Santas Muertes”.[4]

Posteriormente Guadalupe apareció con unos dibujos de El Cheque, dibujados en un cuaderno a través de los barrotes, me dijo que no me los podía prestar, ya que era de uno de los internos que “lo sigue mucho” y que también coleccionaba dibujos de El Cheque; pero me proporcionó el teléfono de su hermana para acordar una cita y que me diera dibujos, que tiempo atrás había sacado del centro penitenciario.

Tras varios días de intentar llamarle finalmente logro comunicarme con su hermana y acordamos vernos un par de semanas después al exterior del reclusorio. Era una señora amable, con la cual podía entablar conversaciones largas, me pidió que la acompañara a la oficina y conversar mientras esperaba para hacer un trámite y acelerar la liberación de su hermano, en tanto, me entregaba los dibujos.

Sobre la necesidad de creación en estado de encierro

Se sabe que los impulsos más primitivos del hombre pueden surgir a través del encierro. Los instintos más básicos tienden a manifestarse en diversas formas; desde un impulso decorativo[5] hasta otras necesidades que van desde hablar consigo mismo, escribir y reafirmar la existencia. Que pueden verse manifestados de diferentes formas: desde un exceso de pensamiento religioso, regresiones infantiles como pintar en la pared, convirtiéndose en un deseo incontenible de dibujar o impulso de configurar.[6]

                                      

                                Dios es Chiva, Ezequiel Hernández            Untitled (collection ABCD), Martín Ramírez

Cada uno de nosotros poseemos un lenguaje propio, pero algunos no sabemos como hablarlo, si esto fuera tomado como una habilidad lingüística, Ezequiel sería un genio de la elaboración de un lenguaje a través de imágenes. Es decir, si lo observáramos fuera de su contexto, podríamos reconocer quién es el remitente de dicho mensaje, nos remitiría a conjuntos de símbolos que parecieran decir algo, una escritura, una caligrafía específica, tan relente que podemos leer a través de sus dibujos. Como menciona V. Ivanonv: “El simbolismo está mas allá de las categorías estéticas”[7], Ezequiel habla por medio de símbolos.

Este uso de lenguaje simbólico nos remite a la obra de Martín Ramírez, quien tras buscar un mejor futuro, dejó México para probar suerte en Estados Unidos de América, donde realizó diferentes actividades, trabajando en el ferrocarril y en una mina en California. Años más tarde la vida de Martín dio un gran giro debido a la Gran Depresión Norteamericana que ocurrió en Estados Unidos de América, y no pudo regresar a su lugar de origen por la Guerra Cristera que acontecía en México. Esta situación lo llevó a vivir en las calles, donde fue detenido por comportamientos agresivos. Se desconoce si realmente fue así, debido a que en esa época existía rechazo hacia los extranjeros y había mucha confusión al respecto. Martín Ramírez estuvo durante 32 años de su vida en dos hospitales psiquiátricos, el primero Stockton State Hospital y el segundo en DeWitt State Mental Hospital en Auburn, California donde pasó la mayor parte de su vida y donde fue descubierto por un académico de California State University de Tarmo Pasto.

Se aprecian varios aspectos semejantes entre el trabajo y la vida de Martín Ramírez y Ezequiel Hernández; entre ellos las similitudes en su contexto de encierro y la nacionalidad, además del diálogo similar en torno al campo que mantienen. Ambos parecen representar anhelos y recuerdos, y tienen en común haber estado encerrados en instituciones donde no debieron haber estado. Martín Ramírez parece haber sido una víctima de la Gran Depresión Norteamericana, donde probablemente fue internado en un hospital psiquiátrico por no haber sabido hablar inglés, o por el estado de precariedad en el que se encontraba en ese momento, es sabido que este hecho histórico acontecido alrededor de 1930, perjudicó a otras personas que emigraron de la misma forma. En el caso de Ezequiel Hernández, sugiere estar perjudicado por el sistema penitenciario mexicano, que mantiene erróneamente a un enfermo mental en un centro penitenciario, sin contar con la atención médica y las necesidades físicas y psicológicas necesarias. Ambos casos también tienen en común el uso del dibujo como medio sanador.

 

Trabajo de Ezequiel Hernández, El Cheque.

Los dibujos de Ezequiel en particular, cuentan con determinados elementos tipográficos y textos. Casualmente, tuve hace poco la oportunidad de tener en mis manos, uno de los diarios de mi abuelo, donde representaba sus aventuras diarias, pero me encontré con un mantra repetitivo sobre el trabajo en cada una de las hojas. Mi abuelo no fue a la escuela, aprendió a escribir, sumar y multiplicar por su propia cuenta, la edad le fue cobrando la memoria y notaba esa forma de aferrarse a cosas que parecen haber sido esenciales para él: las tablas de multiplicar, el abecedario, su firma y su nombre. Ezequiel, con sus dificultades que no pertenecen a su edad sino a su estado mental, parece aferrarse de igual forma a través de los números, y representaciones de multiplicaciones que en realidad son sumas. En el caso de Ezequiel y de otros artistas similares con esquizofrenia, los números y las referencias aparecen cual representación de lo que algún día fue parte de su imaginario, en un intento de reflejar una posible normalidad.

                                                                   

Dibujo de Ezequiel Hernández

Dentro del trabajo de Ezequiel, se encuentran diversos dibujos con lo que podríamos llamar “una confesión y disculpa”, donde describe su motivo del por qué está en la cárcel, se sugiere que es una herramienta liberadora, es decir, que Ezequiel se redime a través del dibujo, a diferencia de otros internos el confiesa a través del dibujo lo que otros reprimen y se avergüenzan. Existe una reestructuración repetitiva de su discurso “por eso estoy aquí”, “por eso estoy”, acompañados de la escena del crimen que aparece repetitivamente.

                                           

Dibujo de Ezequiel Hernández.

Me llama la atención del trabajo de personas con esquizofrenia, a los que me he podido acercar, la existencia de un inconsciente colectivo derivado del concepto idílico de la figura femenina, de aquello que deben hacer o no; sobre un supuesto poder maligno y divino; que aluden a la represión sexual y los derechos que existen. Este y los demás elementos mencionados son una constante en los dibujos de Ezequiel Hernández, mensajes que me permitieron conocerlo desde su contexto, al igual que el diario de Guadalupe, el cual me dio la oportunidad del encuentro con él y otros internos, a través de su perspectiva.

Dibujo de Ezequiel Hernández, El Cheque.

Algunas conclusiones

El día que quedé para encontrarme en un centro comercial con Guadalupe, y devolverle los dibujos, me descubrí echando de menos al antiguo Guadalupe; no lucía como el gurú de pelo largo de la cárcel. Ahora lucía más bronceado y con una actitud más de “afuera” que de “adentro”, sus inquietudes giraban entorno a las mujeres de su vida y en las ganas de continuar creando y escribiendo, a partir de la nueva fragilidad que le traía estar fuera del entorno presidiario.

A modo de conclusión, cabe mencionar que en la historia de Ezequiel, no solo se hace evidente la deficiencia de la cárcel como institución en México, sino también en el mundo. El encierro es un tema bien criticado desde hace décadas por parte de diversos teóricos[8]; y resulta inhumano que una persona con esquizofrenia permanezca sin tratamiento dentro de una cárcel, Ezequiel asesinó a su primo sin uso de razón, para su mente enferma se trataba de un “diablo negro”, maligno durante su estancia en el centro penitenciario nunca atacó a sus compañeros y no lo describen como alguien agresivo. Su estancia en la cárcel fue producto de una manifestación de un delirio alterando de su percepción de la realidad, propio de una enfermedad mental sin tratamiento, que al igual que otras personas se refugió en la creación.

La primer visita que recibió Ezequiel Hernández durante su estancia en la cárcel fue la mía, sufre de abandono familiar y ni siquiera se percata de ello, ni su familia ni la sociedad. La preocupación futura es; ¿qué hará El Cheque cuando acabe su sentencia?; sus dibujos muestran una parte sublime de su situación de encierro, con un humor inocuo. Se hace inevitable romantizar sobre estas manifestaciones y la forma de aferrarse a una realidad construida por memorias tomadas de la realidad, a pesar de formar parte de dos círculos marginados: el de los presos, y el de los locos. El Cheque, es definitivamente un ser especial, invisible para algunos en la cárcel, y al mismo tiempo es un chamán para otros; se alimenta con humildad de la basura y nunca ha registrado ninguna salida médica en los catorce años que lleva en la cárcel. Nuestra sociedad necesita aprender ciertas lecciones de humanidad con estos personajes y mantener de algún modo los ejercicios de sincronías vivos; quizás de vez en cuando valga la pena, voltear nuestros rumbos, escucharles, comprenderles, y dejarnos guiar por otras realidades sin necesariamente seguir   sus pasos.

Notas:

[1] On the Apparent Design in the Fate of the Individual, Schopenhauer.

[2] El estilo chicano se originó en California comenzando en los años 40s, fue comúnmente representado en tatuajes, pañuelos, camisetas. Distintos temas son constantes en este estilo, entre ellos los dibujos de payasos que tratan de representar la dualidad que se vive siendo pandillero, que describen como “sonreír por fuera y llorar por dentro”.

[3] Centro de Readaptación Social.

[4] Deidad femenina relacionada con prácticas sincretistas dentro de México. Se cree que su figura proviene de la constante veneración a la muerte por la cual se ha caracterizado México. Se observa su origen sincrético ya que deidades prehispánicas como Ah Puch, Miclantecuhtli y Mictecacíhuatl, dioses de la muerte son característicos de dicha cultura. El día de muertos y las celebraciones relativas al cristianismo como la Unción de los enfermos y otros santos. En otros lugares como Chiapas o Guatemala, también existe otras veneraciones no reconocidas por la iglesia católica como San Pascualito Muerte.

[5] Es relacionada con el ritual de apareamiento, pero también como un reconocimiento de las personas que nos rodean. Llamado por Prinzhorn como “el enriquecimiento de la imagen del mundo exterior mediante la adición de elementos visibles” (Prizhorn, 2012, pg.58).

[6] El impulso de configuración es una de las categorías que menciona H. Prinzhorn en su estudio Expresiones de la Locura para dar sentido a la necesidad de dibujar.

[7] Autor citado en Ezquizofrenia y Arte de Leo Navratil, 1966.

[8] El cuestionamiento del encierro es mencionado en Historia de la locura en la época clásica por Michael Focault.

 

Crédito fotográfico:

Obra de Martín Ramírez cortesía de la colección ABCD, el resto de imágenes han sido escaneadas por la autora del artículo.